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martes, 28 de mayo de 2013

Brasil: Ya no es "el jogo bonito" sino "el jogo caro"

La imagen es tan típica de Brasil como el carnaval de Río o la estatua de Cristo Redentor.
Los tambores suenan al ritmo de la samba, los fanáticos saltan en las gradas, cantando, coreando consignas, ondeando banderas, al parecer sin importarles el resultado del partido de fútbol que se libra en medio del estadio.
Poco a poco, este caótico panorama está desapareciendo, en medio de un alza de los precios de las entradas a los eventos deportivos y el ambiente de los juegos se atenúa.
Ya no es "el jogo bonito" sino "el jogo caro".
La Copa de Confederaciones de este año y el Mundial del próximo, el primero en realizarse en este país en 64 años, están agilizando la transformación. 
El deporte nacional está sufriendo una metamorfosis debido a que las entradas para los partidos incluirán ahora un número de asiento designado.

Parecerá quizás poca cosa, pero en Brasil es trascendental.

Durante décadas los brasileños estaban acostumbrados a ir a un estadio de fútbol, entrar libremente, sentarse o pararse donde puedan y observar el partido. 
Pero las cosas están cambiando: para la Copa Confederaciones y el Mundial, las entradas incluirán el número del asiento, y no serán baratas.
Por ejemplo, los asientos menos costosos para el partido amistoso entre Brasil e Inglaterra - el primer gran evento en el célebre estadio de Maracaná desde que fue renovado - costarán 90 reales (45 dólares), 30 veces más caros que los asientos más económicos allí hace ocho años.
El duelo Brasil-Inglaterra se realiza apenas días antes de la inauguración de la Copa Confederaciones, considerada el ensayo para el Mundial, que empieza el 15 de junio. 
Maracaná será sede del partido final el 30 de junio, así como para el final del Mundial.
"Un cambio de precio tan grande significa que cambiará el tipo de personas que irán a los estadios", opinó Erick Omena de Melo, un brasileño oriundo de Río de Janeiro que realiza un doctorado en planificación urbana en la Universidad de Oxford en Inglaterra.
"Antes los estadios eran un lugar mucho más diverso, pero a medida que la economía va cambiando, los estadios se están convirtiendo más en un lugar para gente de clase media o alta y no tanto para la clase baja o los pobres", añadió.
La organización del público para los estadios cambiará con balcones de lujo y asientos modernos, tanto para los seis estadios que albergarán a la Copa Confederaciones, como los otros seis que se están preparando para el Mundial. 

Tales cambios ya están afectando a los endeudados equipos nacionales y seguramente le quitarán algo de espontaneidad al deporte.

La fanaticada desempeñaba un papel crucial en el drama futbolístico, pero su presencia está menguando. En promedio, la asistencia a los juegos de la liga profesional MLS en Estados Unidos es ahora mayor que la primera división en Brasil.
"Lo que está ocurriendo es que están transformando el modelo europeo a Brasil", destacó Omena de Melo, quien está escribiendo un libro sobre la historia del Maracaná. 
"Pero Brasil es realmente distinto, el ambiente de los partidos de fútbol está cambiando. Los cambios son considerados por mucha gente como una agresión tremenda contra la fanaticada tradicional".
Las autoridades responden señalando que los precios de las entradas siguen siendo muy inferiores a los de Europa, y que las medidas de seguridad en los nuevos estadios serán nuevas y necesarias en este país donde la violencia relacionada al fútbol es común. 
Es probable que Brasil no hubiera recibido la aprobación de para ser anfitrión del Mundial - y de las Olimpiadas del 2016 en Rio de Janeiro - sin su promesa de mejorar la infraestructura y reforzar la seguridad.
El país sudamericano está gastando aproximadamente 3.500 millones de dólares en nuevos estadios y reparaciones a los viejos, aunque la mayoría de esa iniciativa está retrasada.

 Con la necesidad de trabajar las 24 horas para cumplir con el objetivo, es seguro que los costos aumentarán. 

La FIFA se ha quejado abiertamente por las demoras, reconociendo que la Copa Confederaciones se realizará con edificios sin concluir.
El secretario general de la FIFA Jerome Valcke admitió que "no todos los arreglos operativos estarán al cien por ciento" y advirtió que "esto no será posible repetirlo para la Copa Mundial de la FIFA".
El nuevo estadio nacional en Brasilia fue inaugurado con un costo de más de 590 millones de dólares, el más costoso de las 12 instalaciones que se usarán para el Mundial. Pero no tiene su propio equipo y muchos lo califican como despilfarro innecesario. 
El estadio será usado para el enfrentamiento inaugural de la Copa Confederaciones, el 15 de junio: Brasil contra Japón.
Otro estadio está siendo construido en Manaos en el estado de Amazonas, en el norte, aunque tampoco tiene un equipo local, y otro en Cuiaba, también sin equipo.
El ministro del Deporte Aldo Rebelo, miembro del Partido Comunista, defiende los estadios como "centros para eventos deportivos y no deportivos", y sugirió que serían buenos lugares para convenciones de empresas, ferias corporativas y espectáculos.
Omena de Melo dice que el "aburguesamiento" perjudica la diversidad.
"El fútbol en Brasil ha sido una especie de antena que capta todos los distintos valores de la cultura brasileña y los mezcla en uno sólo", expresó Omena de Melo. 

"Esa especie de informalidad ha existido en esos estadios por un siglo".

Usó el ejemplo del Maracaná para demostrar cómo han subido los precios.
El estadio ha estado cerrado dos veces por remodelaciones en la década pasada. Cuando estuvo cerrado en el 2005 para su remodelación con miras a los Juegos Panamericanos del 2007, los datos de Omena de Melo muestran que la entrada más económica era de 3 reales (aproximadamente 1,50 dólares).

En el 2010, cuando fue cerrado nuevamente con miras al Mundial del 2014, la entrada más económica era de 40 reales (unos 20 dólares).

El Maracaná reabrió hace unas semanas. Su capacidad ha sido reducida a poco menos de 79.000 personas, comparado con más de 170.000 durante la final del Mundial de 1950, y se habla de que será compartido como sede por los equipos brasileños Flamengo y Fluminense.
En un país donde el salario mínimo mensual es de 339 dólares, el boleto más económico para el duelo Brasil-Inglaterra será de 90 reales (unos 45 dólares) - 30 veces lo que costaba apenas hace ocho años, e imposible de pagar para la mayoría de los cariocas.
Telmo Zanini, periodista deportivo local, defiende los altos precios y dice que los cambios en los asientos será más fácil en ciudades como Rio y Sao Paulo, pero más difícil en las provincias.
Citó un caso reciente en la ciudad de Belo Horizonte "donde unas personas se adueñaron de unos asientos y no querían dejarlos a pesar de que llegaron las personas con los boletos que correspondían a esos asientos. Tuvieron que llamar a los guardias y a la policía".
Añadió que los precios de los boletos vienen subiendo desde hace tiempo, y que el Mundial no tiene nada que ver con el caso. Rio de Janeiro y Sao Paulo son dos de las ciudades más caras del mundo. 
Un kilo de tomates se vendía a 6,50 dólares en un mercado de Rio en días recientes, y una lata de crema de afeitar común cuesta 12 dólares.
"También en Inglaterra o en Estados Unidos, los pobres no compran boletos", expresó Zanini. 
"Es una cuestión del mercado. Uno no ve a gente pobre comprando boletos para un partido de los Lakers de Los Angeles. El Mundial no es la única razón. Los precios de los boletos vienen subiendo desde hace tiempo. Pero con los estadios para el Mundial tendremos estadios de mejor calidad. Antes, alguna gente no venía a los estadios porque no se sentían seguras".
Marcello Campos, de 29 años de edad y un fanático del equipo de fútbol Flamengo y quien asiste a por lo menos un partido por semana, calificó los cambios como "un poco difíciles".
"Será un reto para los que están acostumbrados a los boletos baratos, la gente que no tiene dinero para comprar una entrada por 80 reales (40 dólares) o 100 reales (50 dólares). Es mucho más caro ahora".
Comentó que será aun más difícil hacer que la gente se quede sentada en los asientos asignados.
"Para mí, es imposible ver un partido de fútbol sentado", comentó Campos. "Me pongo muy nervioso. Tendré que concentrarme mentalmente, concentrarme en quedarme sentado".
No obstante, admitió que los cambios podrían ser positivos al tratar de imponer algo de orden en una situación caótica.

"Tenemos que cambiar la cultura. Los cambios más o menos le dan a todos igualdad de derechos, no solo a los que llegan primero".

Uno de los que se beneficia de los cambios en el consorcio multinacional que en mayo ganó la licitación de la municipalidad de Rio de Janeiro para administrar al Maracaná por 35 años. 
El consorcio está formado por la empresa constructora brasileña Odebrecht, la empresa de deportes y entretenimiento AEG, con sede en Los Angeles y la empresa de deportes y entretenimiento IMX, propiedad del multimillonario brasileño Eike Batista.
Los críticos sostienen que el acuerdo dejó al estado de Rio de Janeiro con menos dinero del que invirtió en el local y que llevará a la demolición de un museo de arte indígena, una escuela pública y unas instalaciones deportivas cercanas. 
Un fiscal público estimó que se han gastado 615 millones de dólares en dineros públicos en el Maracaná desde el 2005, lo que suscita cuestionamientos de por qué un consorcio privado se debe beneficiar de un proyecto que se hizo con dinero de los contribuyentes.
El legendario futbolista Pelé se ha pronunciado en contra de la privatización, afirmando que el célebre estadio debe ser "para el pueblo". 
Otros también han cuestionado la venta a capitales privados de un tradicional espacio público.
Omena de Melo advirtió que los nuevos estadios no acabarán con la violencia ligada al fútbol.
"La violencia ligada al fútbol podría seguir allí incluso después de las remodelaciones", comentó.

"Si la gente no puede entrar al estadio, se pondrán violentos afuera. Uno no puede divorciar el estadio de la sociedad donde existe. La sociedad brasileña sufre de muchos problemas debido a la desigualdad, y la violencia es uno de ellos".

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